ATTAC (Acción por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos)



El director del diario francés
Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, es el presidente de Honor del movimiento de presión ciudadana a escala planetaria que reivindica la implantación de la Tasa Tobin, impuesto que gravaría los flujos mundiales de capitales financieros. La Asociación ATTAC presenta en su web interesantes documentos y listas de distribución de información y discusión.

Si estáis interesados a formar parte de esta asociación podéis enviar por correo, fax o correo electrónico vuestro nombre, dirección, teléfono, y dirección de correo electrónico en: Plaza Marina española, 5, 2n esq.
28013 MADRID Tl/Fax (91) 559 45 89 c/e:
mondiplo@drac.medusa.es

 

ATTAC (Acción por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos)

«El tifón que experimentaran las bolsas de Asia amenazó después al resto del mundo. La mundialización, motor principal de la que es la optimización a escala planetaria del capital financiero, está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada. Ignora y rebaja las naciones y a sus estados en tanto que espacios idóneos para el ejercicio de la democracia y como garantías del bien común.

La mundialización financiera ha creado de esta forma su propio Estado. Un Estado supranacional, que dispone de sus aparatos, de sus redes de influencia y de sus propios medios de acción. Se trata de la constelación formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Mundial del Comercio. Estas instituciones hablan con una sola voz:
-amplificada por la práctica totalidad de los medios de comunicación- por exaltar las "virtudes del mercado"...

El desarme del poder financiero ha de llegar a ser objetivo de interés cívico de primera magnitud, si se quiere evitar que el mundo del próximo siglo se transforme en una jungla donde los predadores impongan su ley.

Por eso es importante poner en marcha mecanismos disuasorios. Uno de ellos es la Tasa Tobin, que toma su nombre del Premio Nobel Norteamericano de Economía, que la propuso en 1972. Se trata de gravar, módicamente, todas las transacciones sobre los mercados de cambio para estabilizarlos y al mismo tiempo para procurar ingresos a la comunidad internacional. [...]

Por qué no crear -a escala planetaria- la organización no gubernamental Acción para una Tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos (ATTAC)? En coordinación con sindicatos y asociaciones con finalidades culturales, sociales o ecológicas podría funcionar como un formidable grupo de presión cívica frente a los gobiernos para impulsarlos a reclamar finalmente la puesta en marcha efectiva de este impuesto mundial para la solidaridad. »

Fragmentos de la editorial del núm. 26, diciembre de 1997, Le Monde Diplomatique, edición española

 

Primer manifiesto ATTAC

 La globalización financiera agrava la inseguridad económica y las desigualdades sociales. Rehusa y doblega las aspiraciones de los pueblos, las instituciones democráticas y los estados soberanos en detrimento del interés general, al que substituye a partir de planteamientos estrictamente especulativos, que expresan únicamente los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados financieros.

En nombre de una transformación del mundo presentada como fatal e inevitable, los ciudadanos y sus representantes asisten al intento de limitarlos el poder de decisión sobre su destino. Esta situación de submisión e impotencia favorece el crecimiento de partidos antidemocráticos. Es urgente detener este proceso creando nuevos instrumentos de regulación y de control en los planes nacional, europeo e internacional. La experiencia indica que los gobiernos no actuarán si no son estimulados. Afrontar el doble desafío que supone el riesgo de imposición social y el desengaño respecto a la política exige una resuelta reacción de respuesta cívica y militante.

La libertad total de la circulación de capitales, los paraísos fiscales y la explosión del volumen de las transacciones especulativas empeñan a los estados a una loca carrera por recibir los favores de los grandes inversores. En nombre de la modernidad, un billón y medio de dólares van y vienen cada día entre los mercados de cambio en busca de un beneficio instantáneo, sin ninguna relación con el estado de la producción de bienes y servicios. Esta evolución tiene como resultado un incremento permanente de las riendas del capital en detrimento de las del trabajo, la generalización de la precariedad y la extensión de la pobreza.

A partir de ahora, y bajo la cobertura de la seguridad, se invita a los asalariados a substituir sus sistemas de jubilación por un mecanismo de fondo de pensiones que conduce a someterlos un poco más en el seno de sus propias empresas en los imperativos exclusivos de la rentabilidad inmediata, a degradar las condiciones de trabajo, a extender el campo de influencia de la esfera financiera, y a persuadir a los ciudadanos de la obsolescencia de las construcciones solidarias entre naciones, pueblos y generaciones.

Con el pretexto del desarrollo económico y del trabajo, los países miembros de la OCDE no han renunciado a la firma de un Acuerdo multilateral sobre inversiones (AMI) que otorgaría plenos derechos a los inversores e impondría todos los deberes a los estados. Al mismo tiempo, la Comisión Europea y ciertos gobiernos esperan proseguir su cruzada librecambista, mediante la puesta en marcha de un Nuevo Mercado Transatlántico (NMT) abiertamente orientado a asentar la hegemonía de los Estados Unidos al sector audiovisual y a desmantelar la política agrícola comunitaria.

La mayor parte de los engranajes de esta máquina de desigualdad entre el norte y el sur, que también incide en el corazón mismo de los mismos países desarrollados, pueden ser aún frenados. Con mucha frecuencia, el argumento de la fatalidad se alimenta con la censura informativa sobre posibles alternativas. Por eso, las instituciones financieras internacionales y los grandes medios de comunicación -los propietarios de los cuales son, con frecuencia, beneficiarios de la globalización- han silenciado la propuesta del economista norteamericano James Tobin, premio Nobel de Economía, de gravar las transacciones especulativas sobre los mercados de divisas. Incluso fijando un porcentaje extremadamente bajo del 0,05 %, la Tasa Tobin supondría cerca de 100 mil millones de dólares al año. Recogida fundamentalmente en los países industrializados, donde están situados los grandes centros financieros, esta suma podría ser revertida en las organizaciones internacionales para acciones de lucha contra las desigualdades, para la promoción de la educación y la sanidad públicas en los países pobres, para la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible (1). Un dispositivo así pondría palos en las ruedas de la especulación, alimentaría las lógicas de resistencia, volvería márgenes de maniobra a los ciudadanos y a los estados y significaría, sobre todo, que la política lleva recobrando su espacio y su importancia.

Con esta finalidad, se propone crear la asociación ATTAC (Acción por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos) que permitirá producir y difundir la información para actuar en común, tanto en los países respectivos como en los niveles europeos e internacionales, Tasar las rentas del capital, sancionar a los paraísos fiscales, impedir la generalización de los fondos de pensiones y, de forma general, reconquistar sus espacios perdidos para la democracia en beneficio de la esfera financiera y oponerse a cualquier nuevo abandono de la soberanía de los estados con el pretexto del "derecho" de los inversores y de los comerciantes. se trata simplemente de una reapropiación colectiva de nuestro mundo.
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(1) Esta cantidad supera la suma anual que sería necesaria para erradicar la pobreza extrema de aquí al comienzo del próximo siglo.

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