LA MEMORIA HISTÓRICA:

La Segunda República Española y la Segunda Guerra Mundial.

 

1. Introducción:

El día 4 de julio de 2006 el Presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, realizó una declaración institucional de condena al golpe de Estado franquista de 1936 en España y al subsiguiente régimen dictatorial.

Además, habló de la necesidad de recuperar la memoria histórica debido a que “la transición a la democracia, considerada modélica, necesitó de olvidos selectivos, o de aplazamientos de la memoria”, y también habló de la Segunda República como “una iniciativa para propiciar la democracia y afrontar reformas pendientes de gran importancia que se convirtieron en referencia para muchos países europeos”.

La imagen que se ha dado de la república es la de un período caótico y de confrontación social que conducía inevitablemente a la guerra. Esta interesada visión ha sido utilizada por nostálgicos del franquismo y por un revisionismo historiográfico que afirma que la Guerra Civil empezó el mismo 14 de abril de 1931, y no el 18 de julio con el golpe de Estado de Franco.

Y es más, también se repite con mucha frecuencia, por ignorancia o interés, que con la muerte del dictador y la posterior transición fue la primera vez que se consiguió la democracia en España de forma pacífica, olvidando la proclamación festiva y democrática de la Segunda República.

2. Contexto histórico:

Con el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, la monarquía no resistió los posteriores resultados electorales: Monárquicos y Republicanos se repartieron el número de concejales con 41.224 y 39.248 respectivamente, pero de los 155 concejales electos en las 50 capitales de provincia, 953 eran republicanos y 603 monárquicos. Y en el caso catalán el resultado era todavía más contundente con 3219 Republicanos, 1014 de la Liga Regionalista, 279 Monárquicos, 114 Socialistas y 8 Comunistas.

Así, en vista de estos resultados, el Rey abandonó el país y el martes 14 de abril de 1931 nacía la Segunda República Española.
La gente salió a la calle en medio de un clima de festividad para pasar página al régimen político liberal oligárquico y para dar la bienvenida a la organización colectiva y democrática de las clases subalternas en partidos, sindicatos, cooperativas, ateneos, etc. Y sobre todo serán los jóvenes y las mujeres los que tendrán un papel destacado en este nuevo escenario. Por ejemplo, se conseguirá reducir la mayoría de edad de los 25 a los 23, y las mujeres, además de pasar a compartir el espacio público con los hombres en las aulas y las fábricas, conquistaron el derecho al voto antes de que lo hicieran francesas o italianas.

La República destacó por ser un régimen transformador, y sobresalió en su gran impulso educativo en un país con una tercera parte de la población analfabeta. La también denominada “República de los maestros”, destacó por la construcción de 16.000 nuevas escuelas primarias, por pasar de 36.000 a 51.000 maestros, por duplicar los institutos, por crear la Universitat Autònoma de Barcelona, o por edificar la ciudad universitaria de Madrid, entre otros.

Y la madre de todas las reformas fue sin duda la reforma agraria: España era un país con la mitad de su población activa dedicada a la agricultura y ésta representaba las dos terceras partes de las exportaciones. Además, se encontraba con la gran problemática que suponía el hecho de que el 1% de los propietarios acaparaba el 42% de la riqueza agraria.

Con esta situación tan complicada, la reforma que se va a llevar a cabo fue muy moderada y se aplicó muy tímidamente, así que no solucionó el problema y creó malestar entre los propietarios heridos en su orgullo, y los campesinos que se sentían frustrados y traicionados por la República.

En cuanto a la iglesia católica, ésta recibió la República con hostilidad. A principios de mayo de 1931 el cardenal Segura, arzobispo de Toledo y primado de España, publicaba una pastoral alabando la monarquía desaparecida unas semanas antes. Monseñor tuvo que salir urgentemente hacia Roma, instado por el nuncio Tedeschini, y a su vuelta, el Ministro de la Gobernación, el católico y liberal Miguel Maura, lo puso en la frontera iniciando su exilio en Francia.

Entre otros aspectos, la Iglesia no estaba dispuesta a ceder sus privilegios divinos y terrenales: era propietaria, el Estado pagaba un sueldo a los 32.207 sacerdotes y los gastos de los 103.974 religiosos y religiosas, y tenía el derecho de imponer sus criterios morales al conjunto de la población.

Con esta fuerte oposición de los propietarios latifundistas y de la iglesia, las conspiraciones empezaron pronto y el 10 de agosto de 1932 el General Sanjurjo, director de la Guardia Civil, protagonizó un golpe de Estado en Sevilla que finalmente fracasó.

Y sumado a la inestabilidad que generaban las conspiraciones y los intentos de golpe de Estado, la República sufrió las insurrecciones anarcosindicalistas en sus primeros años, la promovida por los socialistas en Asturias en 1934, y los problemas con la Generalitat de Lluís Companys.

Además, los dos grandes partidos políticos del momento se dividieron y provocaron un deterioro político y el aumento de la violencia en una sociedad que empezaba a polarizarse. Sin embargo, y como dice Santos Julià: “Si las fuerzas armadas y de seguridad hubieran respetado su juramento de lealtad a la Constitución, no hubiera sido posible que los españoles se hubieran enfrentado en una guerra civil. La guerra fue consecuencia directa de un frustrado golpe militar”. Y como prueba está el ejemplo de la transición democrática, con un escenario violento más intenso pero con un ejército disciplinado y respetuoso con el poder legalmente constituido.

3. Memoria histórica:

Actualmente, tras 40 años de una dictadura basada fundamentalmente en el terror y la impostura, y de una transición democrática, los olvidos interesados que se dieron en esta última etapa de la Historia de España supusieron un coste intelectual y moral muy grande. El pasado de muerte y persecución quedó aparcado y en su lugar se creó una mitología “endulzada” que puso énfasis al evocar los últimos años de la dictadura, período conocido como “tardofranquismo”. En esta visión admitida y oficializada se incluyen víctimas y verdugos, cómplices y resistentes en lo que sería una cómoda atmósfera socio-política que nunca existió.

Y no sólo esto, puesto que en los últimos años el pensamiento ultraconservador ha evolucionado en una línea de recuperación histórica del franquismo como una época “necesaria”, y que, quizás desmesurada en algún momento, pero útil y positiva ante el caos que suponía la Segunda República. Así que ya no se trata solamente de una época que debemos olvidar, sino de una idea más peligrosa e inquietante: Franco salvó a España del comunismo.

El escritor José Manuel Caballero Bonald definía la situación actual de la siguiente manera: “fue un error decretar una Historia sin culpables. El franquismo no ha tenido un tribunal que juzgara los crímenes de alguien que murió matando. Aquella transición débil y acomodaticia que decretó el olvido, ha provocado que en la vida española actual existan lastres del franquismo muy visibles. Y no digamos cuando Aznar estaba en el poder. El franquismo fue un terrorífico infortunio histórico del que todavía no nos hemos curado”.

Sin duda, es muy curioso que en un país como España, donde se han hecho revisiones históricas de países extranjeros sometidos a dictaduras, todavía nos encontramos en una situación de silencio o verdades a medias sobre lo que sucedió aquí durante 40 años de dictadura franquista.

En relación a los olvidos de la Historia, Eduardo Galeano aporta dos ideas muy interesantes: “Es la amnesia la que hace que la Historia se repita como pesadilla. La buena memoria permite aprender del pasado, porque el único sentido que tiene la recuperación del pasado es que sirva para la transformación del presente” y “la amnesia implica impunidad, y la impunidad estimula el delito, tanto en términos personales como colectivos. Ningún pueblo, como ninguna persona, puede llegar a esconder impunemente bajo la alfombra la basura de la memoria. La única manera de superar el pasado consiste en enfrentarlo, en verlo como fue y cómo el miedo nos obliga a decir que fue”.

Y más específicamente en relación a los olvidos de la Historia de España, la recuperación de la memoria histórica y la reparación son la deuda de la España democrática con quien luchó por ella. No se trata de “guerracivilismo” o de revanchas, como algunos sectores de la derecha española apuntan, sino de agradecimiento y dignidad para los que lucharon por la democracia y la libertad en España, y de respeto con los miles de ejecutados y desaparecidos que no han sido todavía desenterrados por el simple hecho de haber formado parte del bando derrotado, aún cuando hace más de 30 años que la dictadura franquista ya terminó.

Para más información:

Asociación para la recuperación de la memoria histórica.

Asociación para la recuperación de la memoria histórica. Catalunya.

Memorial democrático de la Generalitat de Catalunya.

Guía de recursos sobre la Memoria Histórica de la Biblioteca Nacional de España.


4. Sobre la Historia y la Segunda Guerra Mundial:

El historiador Eric Hobsbawn alertaba hace unos meses sobre el uso interesado que se está haciendo de la Historia: “Hoy la Historia es más que nunca revisada o incluso inventada por personas que no desean conocer el verdadero pasado, sino solamente un pasado que esté de acuerdo con sus intereses. Nuestra época es la época de la gran mitología histórica”.

La verdad es que a medida que el tiempo nos aleja de los hechos, los testigos directos desaparecen y las enseñanzas obtenidas de los acontecimientos se desdibujan y se confunden. Y los grandes medios, que no tienen el rigor de los historiadores, reconstruyen, según las modas, un pasado que muchas veces está determinado, corregido, rectificado... por el presente. Un pasado expurgado, depurado, lavado de todo lo que podría, hoy, generar desorden. En este sentido, y ésta es otra paradoja, hay pocas diferencias entre esta “historia oficial” y la censura del Estado en los países no democráticos. En ambos casos, aquello que reciben las jóvenes generaciones es un pasado revisado, y nos debemos revelar contra tal distorsión de la Historia.

En la actualidad, el mundo continúa estando fuertemente modelado por el traumatismo causado por la Segunda Guerra Mundial. Una triste y desgraciada experiencia de la que se han obtenido algunas lecciones, dos especialmente:

a) Es necesario evitar a cualquier precio un conflicto de la misma naturaleza; hecho que convenció a la comunidad internacional para constituir, en 1945, un instrumento inédito hasta el momento: la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que tiene por objetivo prioritario impedir las guerras.

b) Las teorías fascista y nacionalsocialista, como también el militarismo imperial japonés, continúan siendo culpables de haber originado la II Guerra Mundial; y los regímenes políticos basados en el antisemitismo, el odio racial o en la discriminación constituyen peligros no sólo para su propio pueblo sino también para toda la humanidad.

Pero sin embargo, los propios vencedores parecen haber olvidado las lecciones de esta guerra. Así, por ejemplo, la Rusia del presidente Vladimir Putin se pone en evidencia ella misma con su contundente represión y abuso de la fuerza en Chechenia. Y en EEUU, la administración Bush ha utilizado los atentados del 11 de septiembre como pretexto para cuestionar el estado de derecho. Washington ha restablecido el principio de la guerra “preventiva” (concepto utilizado por primera vez por la Alemana nazi con el objetivo de atacar la URSS) para invadir Irak, ha creado “campos de detención” para prisioneros privados de todos sus derechos y, además, tolera la práctica de la tortura. En definitiva, se ha propuesto cambiar las reglas del juego establecidas tras las lecciones, por lo que se ve ahora olvidadas, que se aprendieron con la Segunda Guerra Mundial.