HISTORIA RECIENTE

 


 

 

Extraído de El mundo árabe actual
Antoni Segura i Mas.
Eumo Editorial


 


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Los primeros pasos del país independiente

En julio de 1962, el Gobierno Provisional de la República de Argelia (GRPA) recibía un país sin tradición estatal y destrozado por una larga y cruel guerra de liberación. Después de un corto período de enfrentamientos. El 29 de setiembre, Ben Bella era investido como presidente del gobierno por la Asamblea Nacional. Un año más tarde, era elegido presidente de la República con casi seis millones de votos. Dos días antes, el 8 de setiembre de 1963, se había aprobado en referéndum la Constitución que instauraba un régimen de partido único.

El presidente Ben Bella había recibido el apoyo mayoritario del pueblo dispuesto a “combatir” unos años más para edificar un país moderno y desarrollado. Nicole Chevillard ha podido afirmar que la historia de Argelia de los últimos años es la del derribo de una gran falacia, la de la construcción de un Estado nacionalista árabe y socialista que se apoyaba sobre una triple legitimidad –histórica (la guerra revolucionaria de liberación), populista y desarrollista –que, durante un cuarto de siglo, garantizó la estabilidad del régimen argelino. El Estado que pone en pie Boumedienne era un Estado comandado y al servicio de la élite militar. En este modelo, los derechos y la estructuración de una sociedad civil son tan poco relevantes que, suspendida la primera constitución por Ben Bella en 1963, no se volverá a elaborar otra ¡hasta 1976!

Resulta difícil entender como Argelia, país rico en hidrocarburos y líder del Movimiento de Países No Alineados y de las reivindicaciones del Tercer Mundo en la década de los setenta, ha llegado a una situación tan crítica. Después del golpe de Estado que depuso a Ben Bella (19 de junio de 1965), se consolida la opción socialista y de partido único del régimen argelino que, con Boumedienne, toma decididamente un carácter presidencialista de evidentes carencias constitucionales. Al mismo tiempo, se produce una decidida aproximación a la URSS y se adopta un modelo de industrialización similar al soviético, con un añadido dramático para el futuro del país, la especialización en la exportación de hidrocarburos.

Así, entre 1963 y 1973, se procedió a nacionalizar los diferentes sectores de la economía, se decretó la gestión socialista de las empresas y la Revolución agraria, se instauró la medicina gratuita, la escolarización obligatoria y la arabización de la enseñanza. Es obvio que muchas de estas medidas tuvieron un carácter positivo y contribuyeron decisivamente a mejorar el nivel de vida de la población, pero la priorización de las denominadas “industrias industrializadas”, es decir, la industria pesada, en detrimento de la agricultura y de la producción de bienes de consumo, comportó a la larga la descapitalización de la agricultura, el retroceso de la producción agraria (el país ha tenido que importar una parte creciente de los productos que consume) y la caída de la productividad industrial, carcomida por la burocratización, la lentitud administrativa, la falta de coordinación y de recambios industriales, el gigantismo empresarial y los “milagros estadísticos”. En definitiva, el modelo de desarrollo económico adoptado dio muy pronto alarmantes síntomas de agotamiento.

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La construcción institucional

En la construcción del marco institucional se avanza mucho más lentamente y se ve siempre limitada por el papel dirigente que se reserva el FLN. No será hasta poco antes de la muerte de Boumedienne cuando se culminará el proceso de configuración del marco institucional con la proclamación de la Carta Nacional y la aprobación en referéndum de la Constitución, el 27 de junio y el 19 de noviembre de 1976, respectivamente. La Constitución garantiza las libertades fundamentales y los derechos del hombre y el ciudadano, pero, al mismo tiempo, establece un régimen de partido único que condiciona y limita enormemente aquellos derechos y libertades. También hace una clara apuesta por el socialismo y, lo que es más relevante, instituye al ejército como garante de la revolución y de la independencia de la patria y lo hace artífice del desarrollo del país y de la construcción del socialismo.

Los resultados sociopolíticos del mandato de Boumedienne fueron el encarcelamiento (Ben Bella), el exilio (Budiaf, Aït Ahmed) y la eliminación física (Belkacem Krim) de importantes dirigentes del FLN convertidos en disidentes de su política; la oposición crítica de antiguos dirigentes nacionalistas (Ferhat Abbas, Ben Khedda) y de algunos sectores religiosos (jeque Soltani), muy sensibilizados por la distribución como bienes públicos de las tierras y por la desaparición de la enseñanza privada (escuelas coránicas); la burocratización creciente favorecía el privilegio y el clientelismo político y propiciaba la ineficacia y la corrupción administrativa.

En suma, a mediados de los setenta, cuando Hourari Boumedienne y Argelia lideran el Movimiento de Países No Alineados (en 1974, el dirigente argelino pronuncia ante la Asamblea General de la ONU el famoso discurso sobre el Nuevo Orden Internacional) y Argel acoge a delegaciones de los movimientos revolucionarios y nacionalistas radicales de todo el mundo, la economía argelina ya está muy dañada y herida de muerte. Es, al menos, lo que parece entender muy pronto Chadli Bendjedid, que sucede a Boumedienne, después de la muerte de éste en diciembre de 1978.

Chadli Bendjedid era el candidato a la sucesión que parecía concitar menor desacuerdos entre las diferentes facciones del ejército. Recibió una pesada carga: una economía muy maltrecha, amenazada por el fuerte crecimiento demográfico y las desigualdades sociales, y un poder político muy condicionado. Emprendió una liberalización económica y política destinadas a mejorar la situación: liberación de Ben Bella pero sin reconocimiento de la oposición política; Plan Quinquenal de 1980-1984; reestructuración de las grandes sociedades nacionales para reconvertirlas en unidades pequeñas y fáciles de gestionar; prioridad a los equipamientos sociales, a la vivienda y a la mejora del nivel de vida; reforma del sector agrícola y la empresa pública, reconocimiento de la herencia bereber; rechazo de la ortodoxia económica marxista. Asimismo, en un contexto viciado la liberalización propició el contrabando y la aparición del mercado negro, pero, no consiguió la deseada recuperación económica. Las prácticas sindicales europeas, conocidas y difundidas por los inmigrantes que volvían de vacaciones, se convirtieron en un nuevo elemento de presión política.

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Aparición y aumento del islamismo

Bendjedid se quedó solo ante un ejército y un aparato del partido único y de una gran parte de la población que consideraba las reformas insuficientes. La evolución del mercado internacional del petróleo, que, con el gas natural, aportaba –y aporta- prácticamente el 100% del valor de las exportaciones, tampoco le ayudaron mucho. La caída del precio del crudo se acentuó todavía más la crisis económica argelina. En 1981 se dan las primeras manifestaciones islamistas importantes; en 1982, primeros atentados y acciones armadas del grupo de Buyali (islamistas) contra las fuerzas de orden público y gran concentración islamista en la Universidad de Argel; 1984, entierro del jeque Soltani se convierte en una importante manifestación islamista; 1988, importantes altercados en Argel. Bendjedid se vio obligado a decretar un breve estado de sitio (del 6 al 12 de octubre) y prometer una reforma constitucional. La intervención del ejército contra los manifestantes fue muy dura y la revuelta se saldó con un balance de entre quinientos y seiscientos muertos.

Los altercados de 1988 constituyen el primer gran pulso entre el ejército y la burocracia del Estado y una mayoría de población desencantada y desesperada. Paralelamente, el avance de la arabización en la enseñanza y en la vida cotidiana estaba provocando un creciente descontento entre los bereberes de la Cabilia que conoce frecuentes agitaciones y altercados: 1980, 1981, 1985. Los acontecimientos se precipitan: reelección de Bendjedid como presidente (diciembre de 1988); aprobación en referéndum de la nueva Constitución (febrero de 1989), que incluye el derecho a la creación “ de asociaciones de carácter político”; formación (marzo de 1989) y legalización (septiembre de 1989) del Frente islámico de Salvación (FIS), que avala la decidida voluntad de cambio de Benjedid y de impulsar un proceso de transición a la democracia; división en el FLN (congreso de noviembre de 1989) entre los que consideran insuficientes las reformas de Bendjedid y los que consideran aquéllas como una traición a la revolución argelina y socialista. En este contexto se llega a las elecciones municipales de junio de 1990 donde el FIS obtiene una victoria aplastante, que aprovecha para hacer un segundo pulso con el gobierno, vaga general y manifestaciones. Los principales dirigentes del FIS (Abassi Madani, Ali Belhadj) son encarcelados y acusados de “conspiración armada contra la seguridad del Estado”, pero, a la vez, el nuevo primer ministro, Sid Ahmed Gozali, pacta las condiciones para celebrar elecciones legislativas a finales de años.

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El Golpe de Estado

En la primera vuelta de las elecciones legislativas celebradas el 26 de diciembre de 1991, el FIS obtuvo una victoria abrumadora: sobre un total de 430 escaños conseguía 188; a mucha distancia se situaba el FFS de Aït Ahmed con 25 escaños, el FLN con 16 y los independientes con 3. Sólo le faltaban 28 escaños para llegar a la mayoría absoluta. Asimismo, la segunda vuelta, prevista para el 16 de enero, nunca se producirá: la noche del 11 al 12 de enero, Bendjedid es forzado a dimitir y el proceso electoral queda interrumpido.

El poder queda en manos del ejército, que declaró ilegal el FIS e inició la persecución de sus miembros. Desde entonces, Argelia se instalado en una situación de incerteza permanente y de violencia creciente. Un poder que pierde sus últimas fuentes de legitimidad y deja al descubierto su carcasa militar del Estado; una oposición islamista que se radicaliza con la reducción del campo político legal de actuación; una clase política (incluido el FLN) obligada a recomponerse y redefinirse ante el autoritarismo del ejército-estado y de la barbarie confesional; un reforzamiento de las medidas de seguridad que pueden derivar en el principal factor de inseguridad para muchos ciudadanos; un progresivo debilitamiento del Estado que para sobrevivir acentúa sus rasgos más autoritarios, reduce el campo de actuación a las grandes ciudades y parece incapaz de asegurar las funciones judiciales, sociales, administrativas, etc. Como valor añadido una guerra civil encubierta que todavía agrava más la situación económica (muy deteriorada por la caída de los precios del petróleo), las condiciones de vida, la exagerada estratificación social y cultural y el bloqueo de una juventud (más del 50% del total de la población) sin perspectivas de futuro.

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Guerra civil

Hoy Argelia vive una guerra civil encubierta y conoce una doble legitimidad política. Por una parte, los firmantes de la Plataforma de Roma (FFS, FLN y FIS fundamentalmente), que representan el 80% de los votos emitidos el diciembre de 1991 ( y el 42% del censo electoral), que basan el retorno al proceso democrático en la negociación sin más exclusiones que la aceptación del sistema democrático y del estado de derecho, el fin de la violencia y una generosa amnistía. Por otra parte, Liamine Zéroual, que, desde las elecciones presidenciales de noviembre de 1995, ya no representa sólo al ejército. El 61% de los votos (y el 46% del censo electoral) lo avalan.

Desde 1992, Argelia vive una de esas guerras sin nombre, una verdadera guerra civil que ha ocasionado decenas de miles de víctimas. Como en todas las guerras sin nombre, la de Argelia tienen también como valores añadidos la despreocupación mediática y diplomática internacional, la práctica de la guerra sucia, la falta de normas y de convenciones a las que acogerse para evitar abusos y los excesos de los violentos y del poder, de cualquiera de los poderes enfrentados.

Desde finales de 1996, Liamine Zéroual ha iniciado una nueva carrera institucional que da el efecto de una nueva huida hacia delante. Dos meses después de la celebración del referéndum constitucional en el que, según los datos oficiales, obtuvo una abrumadora victoria política y de participación, se mostraba incapaz de poner fin a la sangrienta ola de atentados que sacudieron Argelia desde el inicio del Ramadán (10 de enero de 1997) y que todo el mundo atribuyó a los Grupos Islámicos Armados –GIA-.

En enero de 1997, el asesinado de Aldelhak Benhamouda y el enigma de sus últimas palabras (“Kamel, hermano, nos han traicionado”) dieron pie a todo tipo de rumores, incluido el que acusaba a determinados sectores del ejército de haber cerrado, de nuevo, una salida a la crisis contraria a sus intereses. En efecto, Benhamouda, líder sindical, amigo personal del presidente y posible futuro primer ministro, estaba preparando una amplia formación de centro destinada a apoyar a Zéroual en las próximas elecciones legislativas (junio de 1997). Benhamouda, uno de los hombres fuertes del Golpe de Estado de 1992, será recordado por oponerse a cualquier pacto con los islamistas, pero, al mismo tiempo, por ser crítico con la “mafia política” (altos mandos del ejército y del ex partido único). En esto recordaba a Mojamed Budiaf.

El último año, la reactivación económica (en 1996, por primera vez en diez años, la balanza comercial ha presentado un saldo positivo de 4,2 mil millones de $ y la previsión de crecimiento del PIB para 1997 es de un 5%, mientras que la inflación se situará en sólo un 9%) y la confianza europea le han allanado el camino a Zéroual, que se decidió a convocar elecciones legislativas previa reforma (marzo de 1997 de la ley electoral: el sistema mayoritario a dos vueltas ha sido substituido por un voto proporcional. El nuevo Parlamento constará de una Cámara Baja con 380 diputados elegidos por sufragio universal, directo y secreto y de una Cámara Alta con 144 diputados, un tercio de los cuales serán nombrados por el presidente Zéroual. El día 5 de junio de 1997, Argelia celebraba las primeras elecciones legislativas después del Golpe de Estado de enero de 1992. Los datos oficiales apuntaban una participación del 65%, es decir, trece puntos superior a la de diciembre de 1991 y diez puntos y quince puntos más baja, respectivamente, de la de las presidenciales de noviembre de 1995 y del referéndum de noviembre de 1996. Destaca el fuerte crecimiento del censo electoral que pasado de poco más de trece millones de electores de 1991 a los casi 17 millones de 1997, es decir, un crecimiento de más de una cuarta parte en menor de seis años. Se trata, por tanto, de un electorado extremadamente joven, mucho más sensible a los temas del paro, de la desesperanza y de la violencia cotidiana que sacude al país desde hace cinco años, que a la retórica de la guerra de liberación y de los beneficios revolucionarios del socialismo árabe de la época de Boumedienne y del partido único.

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Las elecciones legislativas del 5 de junio de 1997

Los resultados de las elecciones legislativas del 5 de junio no depararon ninguna sorpresa y la Agrupación Nacional Democrática (RND) del presidente Liamine Zéroual obtuvo el 32,7% de los votos y 156 escaños, de tal manera que para formar gobierno y alcanzar la mayoría absoluta (191 escaños) en la nueva Asamblea Popular Nacional ha tenido suficiente con el apoyo de un reavivado FLN (14,2% de los votos y 62 escaños) y del Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP, ex Hamas, 14,8% de los votos y 69 escaños). El voto islamista y el voto bereberista se repartió entre opciones diferentes, cosa que, a pesar del voto proporcional, les restó fuerza y representación. Por una parte, el MSP no mejorará los resultados de las presidenciales y sufrió el desgaste de su participación en el gobierno de Zéroual, cediendo espacio a un recuperado Movimiento de Renovación (ex Enahda, 8,7% de los votos y 34 escaños), de corte ligeramente radical y, por tanto, capaz de atraer a una parte del voto que en 1991 se dirigió al FIS. Por otra parte, el conjunto del voto de base bereber, FFS (4,4% de los votos y 20 escaños) y el RCD (4,2% de los votos y 19 escaños) perdían peso respecto a las elecciones de 1991 y a las presidenciales de 1995. Por último, el sistema proporcional dio voz a otros partidos minoritarios como el Partido del Trabajo de Lousia Hanoune (4 escaños), que resultado ha escogida.

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