En Irak, el gobierno provisional
ha comenzado a juzgar a algunos colaboradores del régimen del ex
dictador Sadam Hussain, y también está previsto que éste
último sea juzgado por crímenes de guerra, crímenes
contra la humanidad y genocidio.
Sin embargo, el tribunal y los jueces dispondrán sólo de competencias limitadas y se abstendrán de inculpar a cómplices extranjeros, principalmente los Estados Unidos. Unos cómplices que durante más de dos décadas han permitido al régimen baasista sobrevivir y aplastar a sus opositores. |
Juicio incompleto, juicio injusto, venganza del vencedor, etc. son algunas de
las formas de definir el montaje mediático al que asistiremos próximamente
con el juicio que se tiene previsto llevar a cabo contra el ex dictador Sadam
Hussain por parte de un tribunal constituido en Irak bajo la influencia
y el control del Departamento de Estado de los EEUU.
Se trata de un tribunal sin jueces independientes y controlados para que en ningún momento se pongan en tela de juicio las potencias occidentales que fueron cómplices de las atrocidades de Sadam Hussain. Es más, el estatuto mismo del tribunal impedirá que los EEUU y otros países puedan ser acusados de ninguna manera.
Sim embargo, la historia de los últimos 40 años de Irak está llena de ejemplos de complicidad en los crímenes del régimen baasista por parte de extranjeros, entre ellos, cinco presidentes estadounidenses, al menos tres presidentes franceses, varios primeros ministros británicos y numerosos empresarios occidentales.
Todo empieza en 1963 cuando J.F Kennedy y sus consejeros, preocupados por el
acercamiento del presidente iraquí, Abdel Karim Qassem, a Moscú
y sus amenazas de nacionalizar el petróleo, deciden actuar: El 8 de enero
de 1963 apoyan el golpe de Estado de un partido profundamente anticomunista,
el Baas, suministrando dinero y equipamiento. Tras haber fusilado al presidente
Qassem, los baasistas mataron y torturaron a miles de comunistas y simpatizantes
de izquierda gracias a las listas suministradas por la CIA con los nombres de
los comunistas que debían ser detenidos.
El 9 de junio de 1963 se dio una reunión en Bagdad entre los baasistas y los EEUU que confirmaría la voluntad común de contener el comunismo en la región. Sin embargo el enemigo no eran solamente los comunistas, sino también los kurdos, ya que éstos se oponían a los baasistas en el norte del país. Para terminar con la resistencia kurda se negociará la entrega de 5000 bombas y, posteriormente, los estadounidenses “obsequiarían” al Partido Baas con 1000 bombas de napalm que quemarían pueblos enteros y que se pensó que habían sido suministradas por la Unión Soviética.
De nuevo aparece la sombra de los EEUU unos años después cuando
Sadam Hussain lanza, en septiembre de 1980, una guerra
contra Irán que costó la vida a un millón de personas.
A Occidente le convenía que se atacara a la muy amenazadora revolución
islamista del ayatolá Jomeini y el presidente estadounidense Jimmy Carter
daría luz verde a Hussain para lanzar esta guerra.
Oficialmente, Washington era neutral en la guerra Irán-Irak, sin embargo, la Casa Blanca y la CIA entregaron secretamente a Sadam Hussain todo tipo de armas, entre ellas bombas de fragmentación. Además, ofrecían información vía satélite para guíar los ataques contra las tropas iraníes.
Ocho años después, Sadam Hussain llevaba a cabo un ataque con
gas contra 5000 civiles del poblado kurdo de Halabja acusados de haber colaborado
con los iraníes. Por aquel entonces, los EEUU y Francia hicieron todo
lo posible para evitar que Hussain fuera condenado por ese crimen. El presidente
Ronald Reagan vetó una ley destinada a bloquear el comercio de su país
con Irak y Washington envió un telex a sus embajadas en el mundo pidiéndoles
que afirmasen que el ataque con gases contra los kurdos era obra de los iraníes.
También Francia se “olvidó” de condenar a Sadam Hussain por ese crimen, ya que publicó un comunicado denunciando los ataques químicos “de cualquier lado que provengan” pero sin citar jamás al presidente iraquí. Más allá del interés que tenían en el petróleo de la zona, Francia era además la primera proveedora de armas de Irak.
Ya en 1990, el antiguo aliado Sadam Hussain se convertirá en el peor
de todos los tiranos cuando decida invadir Kuwait en agosto de ese año.
Tras la guerra contra Irán, Irak estaba arruinado y solicitó la ayuda de sus vecinos para reconstruir su economía. Sadam Hussain pidió a Kuwait un aplazamiento de su deuda, pero el pequeño emirato, apoyado por EEUU, se negó curiosamente a cualquier negociación. Por otra parte, Kuwait había aumentado repentinamente su producción de petróleo, haciendo caer así la cotización, lo que suponía un sabotaje a la recuperación de la economía iraquí.
De esta manera Sadam creyó ser víctima de una conspiración destinada a arruinar su país y amenazó enviando sus tropas a la frontera kuwaití.
Ocho días antes de la invasión de Kuwait, Sadam Hussain convocó
en Bagdad a la embajadora estadounidense, April Glaspie, y le informó
de que la actitud kuwaití equivalía a una declaración de
guerra. Glaspie le respondió que EEUU no tomaría “ninguna
posición en un conflicto fronterizo entre Irak y Kuwait ”. Dos
días más tarde, estas declaraciones fueron reiteradas públicamente
en Washington por su superior, el secretario de Estado adjunto, John Kelly.
Consultado sobre lo que haría su país si Irak atacaba a Kuwait,
el estadounidense respondió: “No tenemos tratados de defensa con
ningún país del Golfo”.
Sin embargo, tras la invasión http://www.ub.es/solidaritat/observatori/esp/Irak/analisis/historia2.htm#guerragolf
EEUU recurrió a la fuerza con la ambición de ganar la guerra de
forma “rápida y gloriosa”.
En una entrevista reciente ( junio de 2003 ) del entonces secretario de Estado James Baker a la periodista Jihan El –Tahri, recordaba las razones reales de esa guerra: “La política consistente en garantizar un acceso seguro a las reservas energéticas del Golfo Pérsico obedeció a que, sin ese acceso, al menos en aquella época, la economía estadounidense se hubiera visto afectada negativamente. Es decir, que la gente hubiera perdido su trabajo, y cuando la gente pierde su trabajo se muestra descontenta y uno pierde sus apoyos políticos. Ese era el problema. Es una de las razones por las que lanzamos la guerra del Golfo. Pero había otra razón por la cual hicimos esa guerra: si dejábamos a Sadam dominar los recursos energéticos del Golfo Pérsico, eso afectaría negativamente a la economía de los EEUU. Lo mismo vale, por otra parte, para la guerra actual [ contra Irak ] ”.
En 1991, tras la operación Tormenta del desierto, Sadam Hussain aplastó
una insurrección de chiíes causando decenas y quizás centenares
de miles de víctimas. Ese es, en términos de vidas humanas, el
crimen más importante del que se le acusa. Sin embargo, en estos hechos
también los EEUU y sus aliados fueron cómplices de esa masacre.
George Bush padre incitó a los iraquíes a ese levantamiento el
15 de febrero de 1991 por medio de la emisora La Voz de Estados Unidos, de varias
estaciones clandestinas de la CIA, y de octavillas que lanzó la aviación
estadounidense. Creyendo que después de su derrota en Kuwait el régimen
estaba apunto de desmoronarse, la población chií se sublevó.
La rebelión se extendió inmediatamente y alcanzó también
a soldados del ejército de Sadam. Simultáneamente, en el norte
también se sublevaban los kurdos.
A partir de ese mismo instante la tragedia comenzaría a estar servida:
Primero, George H.W Bush dio la orden prematura de poner fin
a las hostilidades en Kuwait , lo que permitió a la mayoría
de las unidades de elite iraquíes escapar a la destrucción. Posteriormente,
cuando el comandante Norman Schwartzkopf dictó los términos del
acuerdo de paz a los generales vencidos, les permitió seguir usando sus
helicópteros de combate.
Tanto esas tropas de elite que escaparon de la destrucción, como los helicópteros que se permitió que fueran utilizados, fueron clave para aplastar la rebelión.
Ante esa masacre, la reacción de los EEUU y sus aliados fue el cruzarse de brazos. Incluso pese a recibir demandas de ayuda por parte de los jefes de la rebelión. ¿ Por qué ? La respuesta se encuentra en la falta de previsión de Washington. Éstos nunca pensaron que la llamada a la rebelión tuviera una respuesta tan explosiva y ante esa situación, preferían mantener a Sadam Hussain esperando que fuera derrocado por sus propios generales y que colocaran un hombre más favorable a los EEUU, antes que arriesgarse a la división del país en líneas étnicas y religiosas, extendiendo así la inestabilidad a toda la región y aumentando la influencia de Irán.
La masacre más mortífera jamás cometida en Irak no fue
obra de Sadam Hussain, sino del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a través
de las sanciones
impuestas a Irak tras la invasión de Kuwait. Al prohibir cualquier
tipo de comercio con ese país, esas sanciones causaron en 12 años
la muerte de entre 500.000 y un millón de niños, según
cifras de NNUU.
En 1995 una periodista estadounidense preguntó a la embajadora de su
país ante la ONU, Madeleine Albright, si el mantenimiento de las sanciones
valía la vida de 500.000 niños iraquíes. La respuesta fue
edificante: “Es una opción muy difícil, pero pensamos que
sí, que valía la pena pagar ese precio “.
La idea de los EEUU era herir al pueblo irakí para que éste se
levantara contra el dictador. Ligado a este objetivo se produjeron en 1991 bombardeos
masivos sobre la red de agua, las cloacas, las estaciones de filtrado y las
centrales eléctricas. Así, durante toda la década siguiente
los iraquíes debieron vivir sin agua potable lo que causó miles
y miles de muertos.
Durante todo ese tiempo, Gran Bretaña y los EEUU dominaban el Comité de sanciones de la ONU en Nueva York, utilizándo el embargo para bloquear la importación de piezas que hubieran permitido reparar la red de agua.
Finalmente, las sanciones fueron levantadas tras la caída de Sadam en abril de 2003. Desde entonces han transcurrido casi dos años y ni la red de agua, ni el sistema de cloacas, ni la infraestructura hospitalaria han sido reparados, e iraquíes de muy corta edad, enfermos y a punto de morir por falta de agua potable, siguen llenando los servicios del hospital pediátrico de Bagdad y de todos los hospitales del país.
Tras todo lo expuesto, parece evidente que un juicio al que fuera “amigo
Sadam” en el que los EEUU, Francia, Gran Bretaña y otros aliados
no puedan ser acusados de ninguna manera de complicidad con el ex dictador,
no será un juicio justo, o como mínimo, no será un juicio
completo. Más bien responde a un montaje de cara a la opinión
pública internacional para justificar toda la mentira que supuso esta
guerra. Una guerra ilegal y sobre todo injusta, como todas las guerras.
Documento elaborado a partir del artículo “Nuestro amigo Sadam” escrito por los periodistas Michel Despratx y Barri Lando, aparecido en Le Monde Diplomatique ( Nº 109 Noviembre 2003 ).. |